¿Por qué tiramos la cuchara a la basura en vez del envase del yogurt?



Puede ser que hoy sea uno de esos días que no das pie con bola y tienes la cabeza tan liada que te sorprendes a tí misma rescatando la cuchara de la basura, mientras mantienes en tu mano el envase del yogur que debías haber tirado.

Seguramente, la mayoría de nosotros conocemos a esa persona muy capacitada pero que no logra centrarse en un solo tema; personas con miles de proyectos profesionales pero que no acaban de despegar. Much@s de nosotr@s conocemos a algún estudiante que tiene problemas para atender en clase o para sacar sus asignaturas, a pesar de dedicarle horas de esfuerzo continuado. Otras veces, conocemos casos de niños y niñas que parece no se esfuerzan demasiado en sus tareas escolares, trayendo de cabeza a sus madres y padres. 

La mayoría de las veces, son personas con una inteligencia normal, incluso en muchos casos, superior a la media, y no nos explicamos por qué no son capaces de sacar el curso o sus proyectos profesionales, igual o mejor que otras personas con similares o inferiores capacidades cognitivas. 

Aunque nos parezca mentira, hay un nexo común entre estas personas y aquellas otras que un día tiran la cuchara a la basura en lugar del envase del yogur que se han comido: hay un fallo en el mecanismo cognitivo de la atención.


La respuesta en la mayoría de los casos podríamos encontrarla en cómo funcionan los procesos atencionales. Y es que, puede ser que sepamos exactamente qué debemos hacer a continuación, cuál es la secuencia lógica y normal de la tarea que estoy haciendo: abro la tapa del yogur, cojo la cuchara con la mano, lleno la cuchara, me la llevo a la boca, trago el yogur y lo repito hasta que termine; entonces, cojo la cuchara la pongo en la pila de lavar y el envase lo tiro a la basura-del reciclaje, por supuesto-. 

Pero estamos demasiado atentas a otras cosas, a veces, a demasiadas cosas: mi hija no encuentra su cuaderno de inglés, el móvil me notifica que alguien ha visto mi estado en fcb, en la tele anuncian ese programa que quiero ver y mi pareja me dice que no hay mantequilla, mientras mi gato maúlla para que rellene su cuenco de comida. Todo, prácticamente, ocurre a la vez.

Puede que una persona no tenga problemas para hacer complejas operaciones mentales con toda la información que recibe y sepa qué tiene que hacer en cada momento, pero sí que tenga problemas para seleccionar cuál es la información más importante en ese momento, y que esa información mal seleccionada se entrometa en mi secuencia de acción lógica. Se puede dar fracaso educativo o profesional en personas con una inteligencia muy superior, porque tienen problemas para gestionar toda la información que su cerebro es capaz de captar y el cerebro ordena hacer cosas no apropiadas en medio de tanta vorágine de información, siendo incapaz de inhibirse ante los errores que comete. 

Tiramos la cuchara porque en medio de todos esos estímulos que he contado (y, que os prometo, ocurren en mi casa a diario) mi cerebro es incapaz de parar y centrarse en esa tarea que sé hacer tan bien: tirar el envase de yogur a la basura. Por eso, a una persona con una inteligencia normal o superior, incluso teniendo buenas técnicas de estudio, puede costarle sacar rendimiento al tiempo que pasa sentado delante de sus apuntes o es incapaz de centrarse solo en la tarea de estudiar o es incapaz de centrarse solo en una de las tareas que su trabajo profesional requiere. La única diferencia entre mis errores y los de una persona que tiene un trastorno en la atención es que cuando me doy cuenta de mi error utilizo mi mecanismo de control inhibitorio y puedo centrarme exclusivamente en una sola tarea.  Para lograr comprenderlo un poco mejor, vamos a ver cómo funciona la atención en el siguiente post: cómo funciona la atención.


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